viernes, 15 de febrero de 2013








POLÍTICA Y CULTURA ¿UNIÓN O ENFRENTAMIENTO?    



 La cultura entendida en este caso como cultura artística  e intelectual, o sería mejor decir,  como la acción creadora de artistas e intelectuales, ha tenido un vínculo permanente con la política a través de los siglos; unas veces como parte de ella, otras como oposición, aunque por su naturaleza misma ambas parecen inseparables. Claro que la cultura, vista en su más amplio sentido abarca  todo el quehacer humano, pero reitero que en esta reflexión nos estaremos refiriendo a la creación artística e intelectual. Sólo que debe entenderse que estoy incluyendo también las gestiones  y expresiones populares que se dan en las comunidades.   
  Podemos aceptar que la política es una práctica social orientada de manera ideológica a la toma de decisiones de ciertos grupos para alcanzar objetivos, esencialmente el poder, con clara intención de modificar, resolver o minimizar las contradicciones que se dan en la sociedad. En consecuencia habremos de convenir en que la política es el resultado de la jerarquización social y del encuentro o desencuentro de las ideas dadas en el proceso histórico de organización humana. Es una práctica tan necesaria e inevitable como rechazada y hasta abominada por la mayoría de los hombres hoy día. Sucede, Sobre todo, cuando la política es identificada por la sociedad como el arte de las simulaciones y la mentira. No se trata de que la política como disciplina o ciencia sea desvalorizada, lo que ocurre es que en su mayoría los políticos terminan siendo cuestionados, a veces odiados. Sucede, porque por cada acierto de los políticos, por cada político que logra consolidad un liderazgo ejemplar, o cuando menos amable, se registran incontables desgracias imputables a sus gestiones. En buena parte del mundo el político es identificado con la corrupción y la ausencia total de ética. Hago aquí la salvedad de que toda generalización es injusta,  falsa, pero lo dominante se impone como criterio totalizador.
  La cultura no siempre es deleite, pero por su naturaleza es edificante para todos, seamos o no conscientes de ello. El arte es forma especial de ideología, de trabajo y de conocimiento, de manera que por muy distantes que tales o cuales políticos se ubiquen en su relación con la cultura, no pueden prescindir de ella. Desde la antigüedad a nuestros días, los políticos y los procesos históricos que se recuerdan con agrado y simpatía, porque significaron progreso, son aquellos que fueron propicios a la cultura. Todavía veinticinco siglos después, Pericles aparece como ícono del progreso.   
  Vivimos tiempos especialmente complejos, aunque no podemos ignorar que cada momento de la historia ha sido considerado así por quienes les ha tocado vivirlos. Pero las dificultades y atolladeros de este momento son realmente peculiares. Tiempos de la mundialización, del dominio globalizado y de espejismos sociales que nos hacen creer que estamos alcanzando el punto más elevado de le civilización humana. La política, en muy alto grado, se ha desnaturalizado y subordinado  a intereses financieros. En cantidad escandalosa, los políticos han perdido su condición de líderes sociales para convertirse gerentes administrativos y aliados de los grupos financieros, en muchas ocasiones son ambas cosas. Porque son los grupos financieros, en lo fundamental, quienes ostentan el poder. Tenemos entonces que, en lugar de estar escalando hacia puntos más alto de la civilización, requerimos, como nunca antes, un proceso civilizatorio que impida que el hombre común vuelva a un estado de esclavitud, aunque ese proceso esclavizador tenga ahora un rostro diferentes. Las enormes conquistas del hombre a través de los siglos se encuentran en peligro, la concentración del poder y las reglas del mercado ponen cada día en riesgo los valores humanos esenciales y parecen abocarnos al egoísmo desenfrenado, la ley del más fuerte y al aislamiento enajenante.  
  El auténtico ejercicio de la política implicaría que desde allí se establecieran los rumbos y adecuaciones de la economía según las condiciones y conveniencias de tal o cual país o región, pero en realidad ocurre lo contrario, aunque líderes entre comillas se empeñen en aparentar otra cosa. Un cambio civilizatorio como hemos apuntado debe suponer que los políticos se encarguen de la política, de la  buena política, que garanticen la armonía social, la equidad y, en consecuencia sean propiciadores de la cultura.
  Ante esta realidad, la cultura, los hombres de la cultura, no podemos caer en espejismos y creer que la globalización es la panacea, el progreso y la revolución liberadora. La globalización tiene aspectos incuestionablemente beneficiosos, como pueden ser  las posibilidades comunicativas que se han abierto al planeta, entre otras cosas, pero también ha abierto las puertas a un dominio global  agresivo que pulveriza valores y destruye identidades.
Eso nos enfrenta; enfrenta a la cultura y la política en alto grado. No es falso decir que en muchas partes, en ciertos niveles del poder y la política, se establece un vínculo positivo con la cultura, pero sólo en ciertos niveles, que no precisamente están en capacidad de salvar al planeta y defender al hombre común que es, con frecuencia, despojado de su sentido de pertenencia en relación con lo universalmente propio, humano. Ese sector de los políticos informados y conscientes de su papel histórico suele ser el mejor aleado de los que hacen la cultura y de los empujes de la sociedad civil. 
  Visto de otra manera, o por lo menos desde otro ángulo, tal vez desde el boxístico, habría que decir que política y la cultura han  sido llevadas a  lados opuestos del cuadrilátero, con pocas posibilidades de conciliación,  midiéndose a distancia y destinados al enfrentamiento. La política tratando de derribar a un adversario que está en sus propias entrañas. La cultura esquivando golpes, pero buscando el modo de penetrar, conquistando espacios para meter el “gancho”. Que en una traducción no metafórica quiere decir que lucha por expresarse libremente sin los obstáculos frecuentes que le impone la burocracia política, por ignorancia o en defensa de quienes dictan desde los grupos del poder.
  Este divorcio innatural entre cultura y política, que no sólo es innatural, también catastrófico, se debe en particular al hecho de que la política se haya convertido en negocio y los políticos, en cantidad abrumadora, se vuelvan protectores de de los intereses monopolistas. Si alguien tiene dudas de este desastre que le pregunte a un político de determinado nivel a quién priorizaría en caso  de que tocaran a su puerta: el obrero que produce o el presidente de un consorcio que controla e impone las leyes del mercado. El vínculo grosero de políticos con el gran capital los aleja de lo que debían ser, es decir, servidores públicos, no  cazadores de privilegios, de fortuna; justamente, lo que los distancia del liderazgo y los identifica como gerentes. Vale aclarar nuevamente, que hay políticos bien intencionados en tal o cual latitud del planeta, los hay con reconocimientos y liderazgos auténticos, pero con frecuencia se ven de manos atadas frente a grandes decisiones que tañen a la humanidad. En  cantidad importante, suelen confundir el show con la cultura y ahí se quedan, porque ignoran sus magnitudes o porque defenderla los compromete. En este contexto desolador, la mayoría de quienes ejercen el poder político no ve a la cultura como inversión fundamental, sino como gastos superfluos que deben ser eliminados o recortados ante el menor disturbio administrativo.
  Todo esto es contrario al equilibrio de la sociedad, si es que aceptamos que la cultura, sobre todo la cultura popular, es la expresión más alta de la conciencia colectiva y, en consecuencia, resiste y reacciona, no siempre de la manera mansa. Vale aquí hacer alguna observación sobre este asunto. Las culturas populares han sido y son bombardeadas constantemente por el mercado,  instrumento fatídico de los grupos financieros (de poder), modo idóneo de lesionar, borrar si es posible, la identidad de los pueblos. Nada más eficaz para ejercer el dominio global que atacar la identidad y configurar una sociedad estandarizada, donde el individuo enajenado pierda el contacto con su comunidad y, en consecuencia con sus valores y su cultura. El mercado en su fase desenfrenada, ésta que estamos viviendo, destruye a su paso la cultura y la identidad, lesiona de inmediato las comunidades empezando por su economía. El artesanado se desvaloriza. El pequeño comercio es sustituido por los grandes mercados y la manufactura pierde espacio y vínculo con esas comunidades agredidas.
  En este panorama que pareciera definitivamente desolador hay un punto de salvación que está en la política y su vínculo estrecho con la cultura, sólo que es un camino político que no tiene  muchas alternativas; parece ser el camino de la izquierda, pero de una izquierda objetiva, progresista, informada y preparada para comprender que el vehículo de respuesta y reordenamiento es la cultura.
  Se necesita una izquierda despojada de vicios adquiridos por lo políticos tradicionales en su alianza con el mercado. Una  izquierda dispuesta a asumir la actividad política como una acción edificante, creativa,  transformadora y dispuesta a asumir el servicio público con honradez y honorabilidad.
  Parece una obviedad decir que la derecha jamás resolverá ese enfrentamiento, nuca asumirá la cultura como el camino salvador para una sociedad  viciada y dominada por el mercado, al contrario, cada vez jugará con mayor placer su papel de gerente. Puede que coquetee con ciertos sectores artísticos e intelectuales, puede que instrumente un sistema más o menos efectivo de simulación, conveniente a sus intereses y limitado a las expresiones que nada tengan que ver con las raíces profundas de la cultura. Nunca le importará la identidad agredida de los pueblos, de las comunidades. Le abrirá las puertas al mercado, a los grandes monopolios, es decir, a los grupos financieros que le dictarán políticas. La cultura que fomentarán las clases privilegiadas será siempre cultura de élite  
   Lo triste de este panorama no es sólo que la derecha esté dominando al mundo en un grado muy alto, peor es que buena parte de la izquierda hoy día haya perdido la brújula y se sientan atraídos por ciertas modas y modos de la derecha. Aquéllos no parecen enterados de que la batalla deben librarla en el plano de la cultura, ahora sí, incluida la educación. La  izquierda que no tenga claro el papel real de la cultura en la sociedad, no será capaz de funcionar como fuerza transformadora, por lo que suele ser más peligrosa que la derecha, porque mientras da “palos de ciego” desvirtúa, desorienta y crea una imagen de incertidumbre difícil de recomponer.
  El objetivo de los centros financieros globales y de sus gerentes en diferentes puntos del planeta es la concentración de las riquezas y el poder, que implican enajenación y dominación. En este contexto, los políticos, en gran medida, se han dejado arrebatar  por aquéllos el papel que les corresponde: hacer política en beneficio de la sociedad. En este oscuro contexto, los estados y gobiernos, de hecho mal conducidos, a ratos saqueados, se han vuelvo famélicos, empobrecidos al punto de la incapacidad para enfrentar las demandas sociales más acuciantes.
La izquierda no puede permanecer de brazos cruzados frente a este fenómeno, ni puede ignorar que el arte y la literatura son reflejos, más que de la realidad, de las aspiraciones del hombre, de la sociedad. La política vista  entonces desde una posición auténticamente de izquierda no puede olvidarlo. Si llegan a concientizar esta realidad  y actúan en consecuencia, estarán rescatando también su propia razón de ser y rescatarán el ejercicio genuino de la política.
  La sociedad civil encabeza de alguna manera por los intelectuales y artistas, si lo vemos desde el punto de vista de las ideas, es la única fuerza capaz de ponerle un alto a los desenfrenos de una sociedad cada vez menos equitativa y más desalentadora. Pero el movimiento que a escala mundial se observa en esa sociedad civil cansada, inconforme e irritada puede que sea el puente a la otra orilla, a la de un mundo mejor. La izquierda no puede quedarse a la retaguardia de esa compulsión transformadora que se escucha llegar como una furia, como murmullo de multitudes.

jueves, 7 de febrero de 2013

210 ANIVERSARIO DEL NATALICIA DE JOSÉ MARÍA HEREDIA.





PROYECTO PARA LA CELEBRACIÓN EN LA CIUDAD DE TOLUCA DEL 210 ANIVERSARIO DEL NATALICIA DE JOSÉ MARÍA HEREDIA.

Fundamentación:

José María Heredia fue el primero de los romántico de la lengua española, muchos años antes de que los hispanos El Duque de Riva Y Espronceda hubiesen dado a conocer sus primeras obras que iniciar el romanticismo en España, Heredia había escrito: En el Teocalli de Cholula, con el cual se inicia en estas tierras ese trascendental movimientos que se encuentra estrechamente vinculado con la formación definitiva de las nacionalidades en La América Hispana.
   Heredia fue rector del Instituto Literario de Toluca, institución que es el antecedente de la Universidad Autónoma del Estado de México. Fue diputado en esa ciudad y desarrolló allí una extensa labor literaria y periodística, entre otras acciones. Fue, sin dudas, una figura esencial en la historia de la ciudad de Toluca y una presencia nacional en México de peculiar envergadura. El 2010 aniversario debe dar continuidad a la amplísima labor realizada allí durante el 200 aniversario de su natalicio.
  Esta propuesta va encaminada a que recordemos al poeta, liberal, independentista y humanista singular. Creemos que junto a la Asociación de Intercambio Cultural José María Heredia, corresponde a las autoridades de la ciudad encabezar este homenaje.

Propuesta inicial:  
1.-La calle que hoy lleva el nombre de Gómez Farías llevaba el nombre de José María Heredia.  En la calle Villada, entre Juan Álvarez y Gómez Farías se encontraba el monumento a Heredia, desparecido por el capricho irresponsable de algún funcionario público.
  Nuestra propuesta es que ambas cosas se restituyan en este 2010 aniversario.

2.-El día 7 de mayo se cumple el 174  aniversario de su muerte. Estamos proponiendo que hagamos un encuentro de poetas y trovadores para recordar la fecha.

3.-Debemos acordar con la Universidad autónoma del Estado para que programen una jornada de recordación del primer poeta romántico de la lengua española.

4.-Próximo al 7 de mayo y antes de su fecha de nacimiento debemos programar dos conferencias magistrales en alguna institución de la ciudad.

5.-Debemos coordinador con el poder legislativo para que se realicen algunos eventos de recordación de quien fuera diputado en esa entidad.

6.-Se harán dos exposiciones, cercanas o en las fechas de muerte y nacimientos en alguna institución toluqueña.
7.-Debemos coordinar con la televisión local para hacer una especie de mesa redonda o panel sobre la figura de Heredia en este aniversario


miércoles, 6 de febrero de 2013

PARA MIRAR A JUAN TRIJILLO










          PARA MIRAR A JUAN TRIJILLO

Rafael Carralero

Exhibimos hoy la obra de Juan Trujillo, un hombre de todas partes, aunque nació en el Estado de Sinaloa. Un artista de altísimo nivel estético. Por eso lo tenemos acá, porque es exigencia que se ha ido haciendo tradición en SON DEL CARIBE. Trujillo es un pintor de metáforas, un indagador de los secretos de la imagen y de la grandeza que sólo registra la creación artística.
  Mesura, técnica y esmero le dan brillo a esa metáfora aludida que está en cada una de sus obras. Juan Trujillo es artista que con un perfecto dominio del color, que es como decir, cruzar el puente, si de la pintura se trata, pero lo acompaña también, en esa travesía al éxito, su talento de dibujante.
  En esta exposición: Sueños y siluetas, en la que el artista rinde homenaje a la imagen femenina, se destaca la sensibilidad de un constructor de sueños, de un poeta del pincel, que domina las más diversas técnica y que se mueve entre las dimensiones de lo abstracto y lo expresionista.
  Juan es un invitado especial de SON DEL CARIBE y nos sentimos alagados con su presencia y la de su obra en este lugar que tiene siempre sus puertas abiertas al talento y a las ideas que ayudan a encontrar un mundo mejor.
  Este pintor talentoso y sensible es también un hombre bueno, y es de celebrar el acontecimiento en que se unen la condición humana y la brillantez de un artista. Juan es de los que piensan en el futuro y sufren las desgracias de un mundo donde la cultura de la incultura lucha por imponerse. Es de los que enfrentan el reto de la creación, conscientes de que cultura, la verdadera, la que edifica y ennoblece, es el único camino para enfrentar la perversidad del mercado enajenante, la indolencia y la corrupción de quienes permiten o propician esa incultura del engaño que envilece y degrada.
  Juan pertenece a la legión de los que abren caminos a la esperanza.    

De Castálida