viernes, 28 de marzo de 2014

LAS ESPINAS DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL Y EL PENSAMIENTO DE IZQUIERDA





Rafael Carralero


La abrumadora mayoría de la población suele ignorar la complejidad del mundo que vivimos. Oyen y repiten el hecho de que son tiempos difíciles, pocos saben  por qué, a muchos no les importan las razones y hasta se sienten abrumados cuando escuchan hablar del asunto. Lo lamentable es que la mayoría de esos que hacen gestos de cansancio  cuando del tema se trata, son víctimas directas o indirectas de lo que ocurre en el planeta.
  Asombra cuando uno ve en Facebook, digamos, la cantidad de “analistas políticos” que afloran cada día. Internet es un fenómeno tan imprescindible, asombroso y útil, como receptor de toda clase de expresiones,  contactos y frivolidades que van y vienen por las redes e invaden el planeta sin el menor escrúpulo. Vale la magnitud democrática y la utilidad de internet, pero es agotador y triste percibir la banalidad endemoniada que se exhibe en esas páginas, por poner un ejemplo. Frivolidad, desinformación, aventurerismo y parloteo  sin rigor vemos constantemente. Ocurre que la libertad de decir, cosa buena, por cierto, hace que muchos pierdan sentido del rigor y se aventuren a decir lo que se le ofrezca sin tener en cuenta que están tomando partido sobre lo que muchas veces ignoran perfectamente.     
  Uno puede quedar verdaderamente anonadado cuando se encuentra juicios políticos e históricos emitidos por personas que no conocen la política y menos la historia. Desde esa “supina” ignorancia pretenden atrincherarse en las posiciones ideológicas que les acomodan, pero nada de análisis; muchos adjetivos y mucha aversión hacia lo que consideran la “acera de enfrente”, es decir, sus contarios.
 Es frecuente y lógico que las personas se muevan entre las posiciones de izquierda o de derecha cuando de política o ideología se trata, aunque en realidad muchos no acierten a saber qué es una u otra cosa. Respetable los que asumen su posición con conciencia clara de lo implica eso que defienden. Lamentable los que se sitúan con sus palabras y acciones en tal o cual postura y se dicen neutros: “no soy ni una ni otra cosa”, suelen moverse en el plano de la farsantería. El único modo de vivir sin tendencia ideológica es no pensar, no opinar y no actuar en relación con la política. Pero atacar siempre, cuestionar y ponderar las acciones de una tendencia implica estar en la otra orilla, cualquiera que sea.
  Lo que parece terrible es que haya personas, con suficiente instrucción que enjuicien sin tener en cuenta el mundo en que viven e ignorando lo que está ocurriendo a escala mundial. Si no pertenecen a las élites financieras o políticas, que por lo regular se mueven en el mismo escenario ético, cómo es posible ignorar que hoy día el enemigo común de los pueblos, de los millones de desamparados  que se ubican en todos los confines de la tierra, son precisamente los grupos de poder; esos que se mueven en la superestructura de los centros financieros y la política. ¿Puede ignorase la barbaridad que representa el hecho de que la mitad de las riquezas del planeta estén en manos de 1% de la población. Esas élites financieras secuestran la democracia en su legítimo sentido. Dicho de otra manera, 85 personas del mundo están apropiados de la mitad de las riquezas o lo que es igual, poseen el equivalente a lo que materialmente disponen 3500 millones de personas en todo el mundo ¿Puede hablarse de democracia en una sociedad tan aterradoramente desigual?. Visto desde otro ángulo, el 1% de las familias acumulan el 46% de las riquezas planetarias. Cómo ignorar entonces que vivimos un mundo de aberraciones sin precedentes y que marchamos a la versión postmoderna de la esclavitud. Una esclavitud con otro rostro, entre otras cosas con abundantes tarjetas de banco para pagar hasta la respiración y endeudarse hasta la médula.
  Esta desproporción, esta barbarie de la desigualdad es cosa que debía de conocer toda persona que se sienta en capacidad de opinar sobre política, ideología y poder. Lo contrario es ignorancia lastimosa. El neoliberalismo que la humanidad ha venido sufriendo durante las últimas décadas es la causa esencial del desastre, pero todavía tiene sus defensores conscientes y su acólitos inconscientes, quienes (los últimos) sin saberlo arriman el hombre o cierran los ojos para no ver esta “esquina” espantosa del desequilibrio en el mundo. Son cómplices  de esta insostenible desigualdad y abandono. El neoliberalismo trajo la desregularización, opacidad financiera, los paraísos fiscales y los cabalgantes recortes a la inversión social. La concentración de los capitales ha llegado a planos insospechados, el mundo se rige desde esos centros financieros. Desde la élite parapetada detrás de los bancos, las corporaciones, los monopolios y con la complicidad de grandes medios de comunicación y políticos de turno, se domina buena parte del mundo; desde allí se toman las grandes decisiones y se le dan giros insospechados a la rueda de la historia. (Escuchen a analistas internacionales cuestionar y acusar de estupidez a los gobiernos que invierten socialmente su capital, desobedeciendo los mandatos de la gran economía de mercado). Este fenómeno de concentración de las riquezas, como es natural, ha abierto hasta la desmesura, las distancias entre ricos y pobres. Es incuestionable que toda economía controlada por el estado, monopolizada por éste, se ha vuelto un desacierto, un fracaso. No se ha logrado echar andar esa economía que supere al libre mercado, pero de lo que se trata es encontrar el modo de evitar ambos extremos y encontrar equilibrio para regular la criminal desigualdad.  
Entre bambalinas esta élite, cada vez más unida y estrecha, controla los grandes bandos, en particular el Bando Mundial, con el Banco de Pagos Internacionales, lo que se ha llamado, el Banco Central de los bancos centrales. No hace falta decir que allí está el poder real, no en manos de los políticos, como suelen suponer muchos. Desde allí se controlan los rumbos de las economías nacionales en alta medida.
  El triste papel de buena parte de los políticos supuestamente más poderosos del planeta consiste en parecer que son sin serlo. Incluso publicaciones que manejan imágenes y frivolidades entorno a las personalidades, suelen señalar al presidente de Estados Unidos como la persona más poderosa del planeta, en eso coinciden muchos analistas, pero tal apreciación es falsa; por encima están los grupos financieros, que acotan, mueven rumbos y ponen límites.
  Una cosa es analizar las peculiaridades de tal o cual país o región y otra atrincherarse en tendencias ideológicas que finalmente coinciden con los intereses de este flagelo de la humanidad. ¿Es posible ignorar que en el mundo más de 2500  millones de personas viven en el umbral de la pobreza extrema, es decir, viven sin protecciones sociales y con un promedio de 1.25 dólares al día?
  Ignorar el desastre de esta parte olvidada de la población mundial, especialmente la explotación y saqueo simultáneo que viven regiones como África, es una complicidad cruel, aunque se haga por ignorancia. No es posible ignorar, digamos, que hoy Europa está en alerta y en acciones al mismo tiempo, para impedir las migraciones de africanos, que huyen de su tierra, desesperados, porque justamente sus países fueron saqueados perversamente por esa Europa ahora xenofóbica y excluyente.
  Dentro de este panorama global, llama la atención la labor que realizan los “cazadores” de los defectos de la izquierda, que por cierto, son muchos esos defectos y deficiencias, a veces agobiantes y tan deleznables como los cometidos por sus adversarios,  pero los maniacos “pescadores” de las inconsecuencias de la izquierdistas, que suelen creerse paladines de la justicia, nunca se detienen a mirar a su derecha. A través de los medios convencionales de información o por internet se ocupan de subrayar con fuego, los posibles desmanes de los hombres y los gobiernos de izquierda. Forman algarabía si un ciudadano recibe una patada o un periodista es censurado en territorios gobernados por la izquierda. Está bien que se critique el mínimo error de de aquéllos, y se cuestione cualquier abuso contra un ciudadano. La izquierda de verdad no puede ser represiva ni excluyente, no estamos en los tiempos en que el “fin justifica los medios”, ese es un comodín para limpiar imágenes. Violencia con violencia no puede estar en la filosofía de la izquierda, porque ese “cartucho”, esa consigna está quemada hace mucho rato. El viejo concepto de que la guerra es necesaria para hacer la paz, asunto abordado ya por platón y punto de partida para que luego se hablara de la violencia revolucionaria para enfrentar la violencia represiva o dominante, es también un asunto que ha empezado verse de otra manera, porque a estas alturas de la historia la izquierda tiene que ser respetuosa de los derechos humanos esenciales o deja de serlo. He oído decir recientemente, que las revoluciones no son jardines donde anidan las mariposas. Al menos es equivalente lo que digo o lo que he leído, cosa dicha para justificar errores revolucionarios o izquierdistas. Se ha pretendido  explicar excesos con la idea de que las revoluciones son procesos en los que  el enfrentamiento conlleva tales excesos y posibles abusos. Falso, las revoluciones se justifican solamente cuando las multitudes viven mejor, sin miedos, sin represión, sin excesos y sin exclusiones. Es así, aunque muchos pensarán que es una ingenuidad pensar en cambios profundos sin enfrentamientos grandes. Pero ese es el verdadero papel de la izquierda y no se puede dejar de lado cuando se llega al poder.
 Pero lo que sí queda claro es que muchos de esos personajes que he venido tipificando  ignoran la presión que se ejerce sobre toda  opción de izquierda en un mundo dominado por una derecha todopoderosa y agresiva en sus mecanismos, aun cuando puedan parecer pacíficos y civilizados. No veo que la mirada de aquellos se vuelva sobre horrores como el de  África, digamos, donde los niños mueren como moscas fulminados por el hambre y las enfermedades. ¿No implicará tal omisión una canallesca complicidad? Será bueno preguntarse también ¿Cuáles son las causas de ese olvido, de esa miseria? ¿Alguien sería capaz de atribuirlo a la izquierda? Las legítimas ideas izquierdistas son herederas  de las que protagonizaron la Revolución Francesa, un acontecimiento que sacudió al mundo y, pese a sus quebrantos, fue la base no sólo del pensamiento liberal, sino el punto desde donde se han conquistado las más grandes libertades y derechos de los hombres.
  Desde las posiciones contrarias se hace siempre un balance de las desgracias de la izquierda, que no son pocas, no se  reconoce  ninguna de sus conquistas. Para aderezar  esa visión se identifica a la izquierda con el stalinismo o, lo que es casi lo mismo, con el Socialismo Real. Tal visión se ha fraguado con efectividad por los grandes grupos de poder, es decir, la médula de la derecha en el planeta. Pareciera, de pronto, que el mundo hubiese sido invadido por los “marcianos” del stalinismo, mientras del otro lado, en la otra orilla, los “justicieros defensores de las libertades occidentales” hubieses estado protegiendo a la humanidad de sus agresores: es decir, el gran capital monopolista, que finalmente encontró el momento apropiado para apoderarse del mundo, es vendido como la generosa autodefensa que esperó  la caída del Socialismo Real, para reivindicar los derechos de los hombres de la tierra.   Los infelices desinformados o los informados no bien intencionados lo repiten a caja destemplada; “la caída del socialismo fue la salvación del mundo”.  Es imposible defender la obra de Stalin, el Socialismo Real se envenenó con las prácticas represivas y la corrupción que debió atacar desde su filosofía, pero ahogó esa filosofía en acciones contrarias y no fue lo que esperaban los olvidados de siempre.
  El pensamiento izquierdista, que está más allá de partidos políticos y de los  mismos políticos, ha conquistado los grandes cambios de conciencia, ha combatido el conservadurismo retardatario tras el cual se esconden las ideas de derecha. Conservadurismo es contrario al aborto necesario, a la igualdad de género, al respeto de la voluntad homosexual, a la igualdad racial, étnica y de clases. Alguien puede dudar que los avances obtenidos, por mencionar algunas de las conquistas de los últimos tiempos, no son logros del pensamiento progresista, de izquierda. Muchos de los cambios sociales alcanzados por gobiernos de izquierda en la actualidad pretenden ser acallados, los grandes medios de comunicación hacen todo lo posible por ocultar o disfamar a la primera oportunidad. Se le acusa a la izquierda de estar estancada, anquilosada, anticuada, podemos decir, y es válido para ciertas tendencias de izquierda, pero tal afirmación generalizada es un absurdo y una infamia. Por qué no observan con cuidado cuántos de los guerrilleros de ayer hoy encabezan los destinos de sus pueblos desde las posiciones más democráticas y liberales, por  ejemplos, los presidentes de Brasil, Uruguay (ejemplo también de honestidad y filosofía cambiante), Nicaragua, El Salvador.  ¿Se les ha ocurrido a los detractores de la izquierda llevar a estadística los millones de olvidados de siempre que han sido rescatados de la extrema pobreza? Es mejor detractar a ciegas y mirar hacia los errores de la izquierda sin acudir a la historia y a los hechos concretos. Remite a los datos concretos de lo que se ha logrado en ese sentido en Ecuador, el antiguo emporio de los huasipungo.  
  Parece desacertado y perverso  hacer tabla raza y desde los defectos,  juzgar hechos histórico como fue, digamos, la Revolución de Octubre, que dio por primera vez en la historia protagonismo a  la clase trabajadora, con independencia de lo que luego fue el resultado de la acción de Stalin. El Socialismo Real fue un fracaso como sistema porque desvió lo mejor del pensamiento reivindicativo de la izquierda hacia un sistema totalitario y cerrado. Por sus errores y desaciertos económicos y por su incapacidad de alzarse como una opción definitiva para las multitudes. Ahogó en la ineficacia la esperanza de millones de personas en el planeta. No respetó los derechos individuales como era imprescindible y se llenó de inconformidades, nada de estas enumeraciones parecen discutibles. No es posible negar  el culto a la personalidad y el autoritarismo que se ha impuesto desde las trincheras del socialismo, pero eso no puede implicar desconocimiento de las conquistas múltiples en beneficio de los desposeídos de la tierra. Justamente, porque en el origen de todos los proyectos del socialismo hubo una vocación y una acción de izquierda, revolucionaria, cualquiera que haya sido el final. Final injustificable, pero satanizado con saña por la derecha. No ha sido la izquierda quien ha abierto esa brecha aterradora entre los de arriba y los de abajo.
  Lo alarmante del asunto es que han instrumentado ese juicio universal satanizador  a partir de los descalabros del Socialismo Real. Parecen ignorar, los que siguen este jueguito, no los que lo instrumentas, para ellos todo está claro; izquierda es un peligro, parecen ignorar, decía, que los hombres más progresistas del mundo, los que cuentan con una información real y son capaces de pensar en los desposeídos, forman parte de la legión de los  pensadores de izquierda.  Son éstos los que mueven voluntades en defensa de los desposeídos y los que, muchas veces, tienen que hacer causa común, con procesos erróneos con tal de no coincidir con la derecha y su retardataria visión social.
  Izquierda es una filosofía, una visión del mundo, una ubicación conceptual y no un partido o un gobierno. Aquéllos  pueden serlo o no y honrar la filosofía con sus acciones o, lo que ha sido frecuente, traicionar o perjudicar de alguna forma el concepto a partir de su praxis social.
  Lo que sí debe quedar claro, reitero,  es que la izquierda, con todos sus desaciertos, ha conquistado, desde el poder o desde la oposición, infinidad de cambios y modificaciones políticas, sociales y administrativas que benefician a las mayorías. La derecha actúa para perpetuar el poder de las grandes empresas, institucionaliza la desigualdad y genera la concentración del poder económico por encima de cualquier otra consideración, como expresan los datos alarmantes que hemos ofrecido con anterioridad.  ¿Conocen alguna institución de derecha, alguna  súper corporación que esté trabajando para disminuir la mortandad y el hombre infantil en África?  
   Sin ir muy lejos, de forma elemental, cabría hacer alguna comparación; la izquierda protagonizó ese fenómeno conocido como stalinismo, que trajo consecuencias funestas para la humanidad, su huella como sistema significó experiencias costosas para otros pueblos, para las propias ideas progresistas, pero la izquierda no fue quien invadió Viet-Nam y dejó centenares de miles de muertos inocentes, niños y ancianos barridos con sus aldeas. No fue la izquierda quien entró en Irak y dejó, además de las miles de vidas que se perdieron y se siguen perdiendo, el destrozo de una cultura milenaria. No fue la izquierda quien intervino Nicaragua para eliminar a su líder, Sandino; no quien intervino en  Guatemala cuando Jacobo Árbenz, el soldado del pueblo, intentó modernizar al país y desarrollar, entre otras cosas, una reforma agraria en beneficio de su pueblo; no quien invadió a  República Dominicana, Haití, Cuba, Granada, etc. Suficientes ejemplos para medir. Sería interminable la lista de invasiones, ataques, intromisiones y muertes sembradas por todas partes, no precisamente bajo la bandera de la izquierda. ¿Cómo se pueden calificar los que ignorando todo esto se apresuran a golpear donde la izquierda, e incluso la supuesta izquierda, comete sus excesos?
  Uno puede asombrarse cuando ve a analistas, entre y sin comillas, reclamándole modernidad a la izquierda, en lo que no están del todo equivocados, pero la modernidad solicitada, casi siempre significa alianza y convivencia placentera con la derecha. ¿Esa es la izquierda que requiere la gente o la que le conviene a la derecha? Creo que se necesita una izquierda propositiva, combativa, capaz de generar proyectos convincentes sin hacer concesiones de principio y sin exclusiones ni persecuciones. Una izquierda inteligente, ausente de oportunismos, corrupciones y capaz de generar programas que se distancien, cada vez más, de las propuestas inequitativas de la derecha neoliberal. Se necesita una izquierda capaz de interpretar el pensamiento progresista de libertades y transformaciones sociales, como lo ven los hombres de pensamiento, como lo requieren los pueblos. No necesitamos una izquierda que discrimine, que arrebate derechos y que excluya; eso lo hace divinamente la derecha, sin miramientos, con sus artimañas políticas, sus mecanismos de mercado y su ilusionismo ideológico.
  Los primeros que deben de estudiar la historia son los políticos de izquierda, para que no sean rebasados por la propia izquierda. Deben de estudiarla también los “analistas” emocionales que le hacen el juego a una derecha cada vez más manipuladora y oprobiosa, que permite, repito, que 85 personas del mundo ocupen bienes materiales equivalentes a lo que reciben 3500 millones de personas, de carne y hueso, por cierto, como ellos, como los privilegiados del flagelo económico.