Rafael Carralero
No asombra, a estas alturas no asombra ver un editorial como
el que publica la Casa del Caribe, donde se supone que le da respuesta a un
artículo de Rafael Duhuarte, en el que habla del Santiago Feo, mejor sería ataca,
no responde, y si es que responde, evidentemente lo hace con agresiones y
argumentos estadísticos de los que ya el mundo entero está agotado. La
enumeración de lo existente en la ciudad ni es respuesta que convence, menos
justificación que complazca. Santiago es una ciudad amada y por eso duele. No
asombra en absoluto, porque esa institución querida por tantas personas en el
mundo, gracias al origen y proyección que le dio uno de los intelectuales más
brillantes que haya dado Cuba, me refiero a Joel James, no sólo ha venido
perdiendo brillo, capacidad, voz propia;
también ha perdido un poco de dignidad.
Es pérdida de
dignidad un editorial que escribe
alguien que esconde su rostro, pero que aprovecha la institución para insultar,
no responder, insultar a uno de sus fundadores, a un intelectual, un
investigador prestigioso y serio, un hombre bueno, una persona decente y un
revolucionario que ha tenido el coraje y la inteligencia de criticar desde
adentro lo que le parece nefasto. Cuando digo desde adentro, no estoy hablando
desde la Isla, hablo desde dentro del juicio y el principio revolucionario que
defendió, que defendimos desde que éramos estudiantes universitarios. Los
horrores que hubo que defender desde aquellos años, donde seguramente el
editorialista jugaba en algún patio vecino, fueron muchos.
Dejo claro que el
proyecto revolucionario, la Revolución cubana, fue uno de los acontecimientos
más grandes y genuinos de este hemisferio, los jóvenes revolucionarios que en
aquellos días finales de la década de los sesenta y principios de los setenta, enfrentamos los
desatinos, la burocracia enfermiza, el extremismo despiadado, que eran
justamente las “llagas cancerosas” del proceso que queríamos y defendíamos. Porque
la ausencia de crítica es la máxima aspiración del oportunismo, la mediocridad
y la verdadera barbarie, que no se localiza realmente en la oposición campo-
ciudad, como alguna vez vieron políticos y pensadores del mundo, entre ellos,
D.F. Sarmiento. Barbarie es desde cierta posición de “poder” tacar a un amigo,
aun compañero a un hombre con criterio.
Nosotros tuvimos que enfrentar esos vicios perversos que tanto daño le hicieron
a Cuba y a su revolución. Entre nosotros estaba Rafael Duhuarte. En aquellos tiempos hubo ataques,
persecuciones, ofensas a la dignidad y hasta juicios políticos ¿Lo sabe este
editorialista?
Evidentemente el que
escribió este panfleto de camuflaje, para ser bien querido, para ganar méritos
o para cumplir órdenes, ignora muchas cosas que no debía. Ignora, por ejemplo,
que todo este listado de las cosas grandes que enuncia es una pálida caricatura
de lo que la ciudad ofrecía en aquellas décadas a las que he hecho referencia.
Digamos, para no hablar de las cosas que se han borrado para siempre, hablemos
de las que perduran: El orfeón Santiago y los Coro Madrigalista eran dos
instituciones corales de prestigio internacional. EL Cabido Teatral era de las
principales agrupaciones del país. La literatura, dice el editorialista, brilla
más que nunca. Perdón por mi ignorancia, sé que hay personas allí que brillan
en la literatura, yo conozco a los mismos que brillaron en su juventud: Marino
Wilson, Teresa Melo, Aida Bar Rafael Dhuarte, Olga Portuondo, etc. Estos
estaban, amigo editorialista, amigos de la Casa. Pero en aquel momento que
según ustedes, según este postulado sobre el brillo actual, parecen ignorar,
estaban también: José Soler Puig, Waldo Leyva, Joel y Ariel James, Nadereax,
Cos Cause, Jorge Luis Hernández, Conchita Hernández, Alberto Serré, Rafael Castro, Augusto de la Torre, Estebanel,
Hebert Pérez y Francisco López Segrera, como ensayistas, Sancha que empezaba a
brillar de manera especial y yo entre ellos, porque tampoco es de ocultarse.
Había otros, los hermanos Leliebre, por ejemplo, León Estrada, que aunque
empezara más tarde, creo que es uno de los intelectuales importantes de la
ciudad. En el teatro estaban escribiendo Raúl Pomares, Ramiro Herrero, Rogelio
Meneses, entre otros. Empezaba también mi fraterno Pascual Díaz. Hasta donde
llegan mis conocimientos, hay una diferencia de brillo muy grande o es que
vamos a hacerle honores a Manrique con aquello de que “todo tiempo pasado fue
mejor”.
No hablemos de la
vida cultural universitaria, porque da ganas de llorar. El cuerpo profesoral de
Humanidades era de primer nivel. La acción cultural que se realizaba entre
Extensión Universitaria y la que hacíamos nosotros los estudiantes estaba entre
los principalísimos focos intelectuales de la nación. El debate era de alto
nivel, sobre asuntos de competencia nacional e internacional. Por allí, por el
viernes universitario, digamos, pasó medio mundo.
El colmo de este
editorialista sería atreverse a comparar la Casa del Caribe de hoy con lo que
fue bajo la dirección de Joel James. A Joel le sobraban Pantalones,
Inteligencia, madurez intelectual, prestigio histórico y personalidad. Esta
simple numeración de cualidades era suficiente para que la Casa fuera un lugar de
excelencia, un sitio donde fluían las ideas originales y autónomas. Era lo más
lejos de una institución burocrática, grillera y frívola (Aclaro, con
justicia y respeto, que allí todavía hay
personas de mucho valor) Me hubiera gustado, les habría gustado a mucha gente
que La Casa sacara un editorial autocrítico diciendo, entre otras cosas que no
voy a mencionar por lo que puede afectar la imagen del país, que los últimos
festivales (herencia de Joel James y su equipo fundador, actividad más
importante de la institución, casi la única que la justifica), han sido
desastres organizativos; innumerables eventos tienen que suspenderse porque
nadie se entera, en sitios donde se han programados grupos fundamentales de
otros países no hay audio, no hay organizadores, no hay un alma. Señalo sólo,
sin entrar en detalles para no perjudicar la ciudad y el país, que nuestra
delegación sufrió este año, varias agresiones, incluso una tragedia y no hubo un
solo funcionario de la Casa, no digo su director, que está muy ocupado en “asuntos
de Estado”, que se ocupara de dar la cara y pedir disculpas. ¿Es ese es el Santiago bonito que defiende el
editorialista? ¿Esa es la Casa del Caribe de mi entrañable Joel
James?
Con todas estas
máculas, de las que por pudor callo muchas, se atreven a escribir un editorial
“oportuno”, perdón si no escribí bien la palabra, para golpear a uno de los
investigadores, intelectuales más prestigiado de la ciudad. Atacan a Rafael Duhuarte,
un caballero en toda la extensión de la palabra (No sé si para ellos eso de
caballero suena a burgués), y hombre que sufre por su ciudad. Ni la porquería
que hizo el tal del camión invasor, ni el basurero en la calle, ni el escándalo
indignante y cierto, ni el jineteo, que por demás, Duharte omite, ni la presión
a los extranjeros, ni la ausencia de solidaridad, que fue nuestro valor
esencial, y que se ha ido perdiendo en aquella ciudad hermosa y realmente
heroica, la ciudad que tanto amamos; nada de eso es bonito, ni permite
descalificar el Santiago Feo del que habla Duharte. La defensa de lo
indefendible, no puede ser revolucionario y menos honesto. El ataque a un
intelectual, a un libre pensador, a un crítico serio se inscribe dentro de las
peores cosas que afectaron y afectan al proceso que derivó de la Revolución
cubana.
Por último quiero decirle al editorialista:
vivimos los tiempos de las grandes migraciones, el asunto es casi apocalíptico. La responsabilidad no
es de los migrantes, internos o externos, no es de los que se ven forzados a
tales desplazamientos, sino de quienes los empujan a tales acciones, en el
justo intento de escapar o buscar una vida mejor. Duharte no ha descalificado a
los migrantes, ha hablado del conflicto en sí mismo. Los procesos migratorios
no sólo son tristes, son feos y afean, aunque sean responsabilidad de los que
los empujan, que muchas veces son los mismos que los reciben.
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